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sábado, 23 de abril de 2011

5.1 - Mensajes

- Hola, cariño – me dijo cuando subí.- ¿Cómo ha ido?
- Muy bien – le di un beso. – Adiós Escuti – le dije a la moto cuando pasamos por delante. - ¿Cómo es que me has venido a buscar?
- Quería darte una sorpresa. Vamos a comer por ahí, ¿quieres?
- ¡Claro! ¿Cómo no voy a querer?

Pasé toda la vuelta hablando y hablando sobre los profesores, quiénes y cómo eran, qué hacía cada uno, qué pasaba en la sala, lo nerviosa que estaba por tener que empezar al día siguiente… Él simplemente me miraba y reía, y eso a mí ya me parecía bien.
Paró el coche y bajamos delante de un restaurante del centro que yo no conocía. Él, seguro de lo que hacía, entró el primero y saludó al chico que había en la entrada.

- Buenos días, si me acompañan, por favor…
- ¿Pero dónde me has llevado? – susurré.
- Bah, no es nada… ¿verdad Arturo?
- Verdad, verdad – dijo el camarero que nos llevaba hacia la mesa. – “No es nada” para vosotros, que si fuerais otros no habríais entrado vestidos así… - miré cómo iba vestida un poco ofendida por su comentario. – Que no vais mal, ¿eh? Pero aquí se va de otro estilo… más arreglado, ya sabes.
- Ya, ya…
- Gracias, Arturo – dijo Hugo cuando llegamos a la mesa.


Estábamos en una sala separada del comedor principal, demasiado elegante para nosotros, aunque menos cargada de decoraciones que la principal. Mientras comíamos Hugo intentaba analizar mis gestos para averiguar si me había gustado o no la sorpresa. La verdad es que me habría gustado mucho si no hubiera sido porque había visto a Neo en el comedor principal. Al verle giré la cara rápidamente, pero sabía que él también se había percatado de mi presencia. Cuando Arturo nos hizo entrar en la sala suspiré: por lo menos no tendría que soportar la presión de tenerle ahí, pero no todo podía ser buena suerte, ya que me envió un SMS en el que decía: “No hagas ver que no me has visto, ¿qué haces en este restaurante?”.
No le contesté, y a los cinco minutos recibí otro: “¿Ahora no me respondes? Ni que mantuviéramos una relación secreta.” Noté cómo Hugo se ponía nervioso, y debo reconocer que yo también lo estaba.

- ¿Quién te envía tantos mensajes? – me preguntó.
- Ah, nadie... Es publicidad… - y continué comiendo.

“Bueno, como quieras. ¿El chico que te acompaña es el famoso Hugo? Mañana me pasaré por tu colegio. Beso.” Un tercer mensaje no colaba como mensaje de publicidad, pero no preguntó nada. Me sentí realmente mal, y la tarde fue empeorando por momentos. Al volver no nos dijimos nada. Entramos en casa, se sentó en el sofá, abrió la televisión y yo me estiré en la cama. Me puse a llorar, y después me dormí.

- Amor… - algo me sacudía. – AMOR…
- ¿Eh? – abrí los ojos. - ¿Qué?
- Lo siento, cariño, pero es que ya llevas tres horas durmiendo y luego no te podrás dormir por la noche… Son las ocho y cuarto – se sentó al borde de la cama, a mi lado.
- Ah, gracias… - me estiré un poco.
- Por cierto, hará una hora o así ha llamado un chico. No te he dicho nada porque me ha sabido mal despertarte. Ha dicho que volverá a llamar, pero no me ha dicho su nombre.
- Ah – mi corazón empezó a latir salvajemente.
- ¿No esperabas que nadie te llamara ni nada?
- Pues que yo recuerde… no – disimulé un poco los nervios.
- Bueno, pues resolveremos este misterio cuando vuelva a llamar – sonrió.

En ese momento me di cuenta de que no se había enfadado ni se pensaba cosas raras sobre mí. Me avergoncé bastante al ver que yo sola me montaba películas para no dormir. Le di un beso, me lo devolvió. Entonces sonó el teléfono. Pum, pum. Pum, pum. Pum, pum.

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