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miércoles, 13 de abril de 2011

4.1 - Jueves

Soñé que Hugo volvía y me pedía explicaciones por encontrarme durmiendo en el sofá con Neo. Yo intentaba decirle que solo era un amigo, pero él no me quería escuchar. Hizo la maleta y marchó. Mientras Neo continuaba dormido y Hugo bajaba las escaleras con la maleta, yo lloraba en el sofá. Desconozco totalmente el significado de ese sueño, ni sé si realmente tenía uno, pero hizo que despertara en mí algo que hasta el momento había permanecido dormido.

Algo tocó mi nariz repetidamente, y abrí los ojos. Me encontré con la cara de Neo a menos de un palmo de la mía y, como era de esperar, me asusté. Echó una carcajada, se levantó y me miró desde arriba.

- Me tengo que ir, y no quería marcharme sin que lo supieras – habló bajito.
- Ah, vale, gracias – susurré.
- Gracias a ti por invitarme a comer.
- Ya ves tú qué esfuerzo… has hecho tú la comida – estiré los brazos. – Vuelve cuando quieras, ya sabes dónde piso…
- Madre mía, estás dormidísima…
- ¿He dicho “piso”? Joder quería decir “vivo”… claro, como vivo en un piso… ya sabes dónde piso… - me reí de una forma un poco ridícula.
- Creo que me voy, ahora sí – sonrió. – Por cierto, son las siete.
- ¿¡LAS SIETE?!


Le di dos besos fugaces y me metí directa a la ducha. Entonces una gran manada de pensamientos extraños invadieron mi cabeza e hicieron que empezara a preocuparme por la relación con Hugo. Seguramente fueron causados por el sueño, y eso me hacía enrabiar. Solo había pasado un día desde que Hugo había marchado a Londres, ¿y ya estaba así? Sinceramente creí que cada día estaría peor, pero para mi sorpresa no sucedió así.

Lunes, martes y miércoles. Cuando desperté el jueves me encontré abrazada a Hugo. Me sorprendí, pero entonces recordé que había llegado hacía unas horas y yo, dormida, le había dado un beso y me había agarrado a él como una lapa. No pude contener mis ganas y empecé a zarandearlo. Abrió los ojos y sonrió. 

- ¿Qué te pasa? – dijo intentando dejar de sonreír aunque no pudiera.
- ¡Ayyyy! Estás aquí – puse cara de tonta.
- ¡Es verdad! ¡Estoy aquí! - bromeó y me abrazó.

En ese momento no existía nadie más que no fuéramos él y yo, y todos esos sentimientos confusos que me habían inundado los días anteriores desaparecieron como por arte de magia. Al notar sus dedos recorriendo mi cuerpo y, al sentir su respiración en mi cuello, se me puso el vello de punta, y recordé lo mucho que quería a ese chico que tenía junto a mí y al que por poco había olvidado. Quizá fue porque en realidad tenía ganas de volver a verlo, pero sé que ese jueves lo vi mucho más guapo, más sensual y atractivo… más de todo. 

- Te quiero – me dijo cuando me levanté de la cama.
- Yo también te quiero. 

Le conté lo que había pasado con la moto, y cuando me preguntó qué había hecho para ir a la escuela no le hablé de Neo. En el fondo tenía miedo. ¿Qué hubiera pasado si le hubiera contado que Neo me había estado acompañando cada día? Como mínimo me habría preguntado quién era, a lo que yo seguramente habría respondido que un amigo del instituto. Conociéndole sé que no le habría gustado saberlo, así que por el momento tomé la decisión correcta. Aun así no me sentía bien conmigo misma, porque le estaba mintiendo a mi novio. Quizá luego habría improvisado un interrogatorio acerca de mi relación con él, y seguramente habríamos acabado mal. No valía la pena jugármela.

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