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lunes, 18 de abril de 2011

5 - Samuel

- ¿Sabes qué me ha pasado esta mañana? – cerró el libro de golpe.
- ¿Qué? – me despertó la curiosidad.
- Me ha llamado Carla. Que se vuelve a casar, me ha dicho – volvió a abrir el libro y lo cerró rápidamente. Levantó la cara y me miró fijamente. - ¿Tú te crees? ¡Pero si a penas ha pasado un año y medio! ¡Y se casa otra vez!

Samuel, un chico apuesto, simpático, que cuando hablaba impresionaba por su voz masculina, y que además imponía por su forma de pronunciar las palabras. Un chico con tanto potencial derrochado por culpa de su ex mujer. En el desayuno del miércoles me había contado que la había encontrado manteniendo relaciones sexuales con un vecino en su cama, y que entonces él le pidió el divorcio. Mientras me lo explicaba se puso a llorar y acabó confesándome que dudaba hasta que su hijo fuera suyo, y que eso nunca se lo había dicho a nadie. Me levanté y me senté a su lado, ya que estábamos uno enfrente del otro, para darle un abrazo. Recuerdo que ese día tuve envidia de su capacidad para confiar en la gente, aunque seguramente otras veces eso le habría causado problemas. Cuando aceptó mi abrazo empezó a llorar con más intensidad, y entre sollozos entendí que aún la quería, pero que no era buena para él ni para Alberto, su hijo.

Siempre había creído que esas historias solo ocurrían en los culebrones como Frijolito o Pasión de Gavilanes, pero entonces me di cuenta de que estos se tenían que basar en algo real.

- Bueno Samuel, pues será peor para su marido. Tienes que mirar hacia delante, ella ya es el pasado… piensa en Alberto, ¿no crees? – le dije flojito, ya que los otros profesores estaban por allí y no quería que me oyeran. Noté que todos se habían callado, ya que seguramente estarían intentando captar algo de nuestra conversación.
- Alberto yo creo que no se da cuenta de nada.
- Yo no lo creo… los niños se enteran mucho más de lo que crees. Venga, cielo,  si se va a casar de nuevo pues le das la enhorabuena y que sea feliz. Tú debes recorrer otro camino.
- Si tienes razón, pero me cuesta mucho…
- Pues poco a poco – le di un golpecito en el hombro y me serví un café. - ¿Quieres?
- No, gracias. Ya estoy demasiado nervioso.

La mañana transcurrió tranquila. No había mucho diálogo entre el profesorado, seguramente porque estábamos demasiado nerviosos o porque no queríamos que llegara el viernes.

- ¡Ya podríamos empezar el lunes! – dijo Pepe, el de química, cuando     bajábamos las escaleras para irnos a casa.
- Pues sí Pepe, pero va a ser que no – respondió Lorena. – Ahora solo nos queda desear que los chicos vengan tranquilos…
- Para eso vosotros los latinos tenéis una frase, ¿no? ¿Cómo era? – bromeó Salomé.
- ¿Alea jacta est? ¿Te refieres a esa? – contestó Lorena.
- ¡Sí! ¡Esa!
- Bueno, podría ser una interpretación, sí…
- Nos vemos mañana, señores – dije cuando llegamos a la puerta.
- Si que te despides deprisa, ¿no? – se extrañó Javi.
- Es que hoy me vienen a buscar… - sonreí.
- Bueno pero siempre te vienen a buscar, ¿no? – continuó preguntando.
- ¡Pero pobre chica! Deja de hacerle preguntas hombre, que haga lo que quiera – saltó Ana.
- No pasa nada, mujer – me reí. – Es que hoy me viene a buscar mi novio.
- ¿Y el de los otros días quién era entonces? Porque yo me pensé que era tu novio… - se interesó Carlos.
- Un amigo – respondí algo seca.
- Un amigo, ¿eh?... ¡Pues qué buenos amigos que tienes! ¡Anda, chica, ve! No te entrenemos más… ¡descansa mucho!

Teóricamente tendría que haber vuelto sola en moto, pero Hugo me envió un mensaje a media mañana diciéndome que le hacía gracia venir a recogerme. Eso significaba que mi moto se quedaría allí y, por lo tanto, se comprometió a llevarme el viernes por la mañana al colegio. Miré la carretera, y me sorprendí buscando un Audi. Un Renault Mégane tocó el claxon desde la otra acera. Allí estaba Hugo. 

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