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viernes, 25 de febrero de 2011

1 - Odio

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté intentando fingir (sin éxito, por cierto) que estaba enfadada.
- Venga, mujer. No me trates así.

Y ya estábamos de nuevo, él y yo, mirándonos fijamente sin saber cómo acabaríamos esa noche. Si fuera yo quién lo hubiera tenido que decidir, me hubiera quedado en mi casa leyendo un buen libro mientras él me esperaba pudriéndose en su portal. Pero no decidía yo. Y no porque no quisiera, sino porque no podía hacerlo. Era encontrarme con sus ojos, notar tan intensa su respiración, saber que tenía sus manos tan y tan cerca de mi cuerpo, que mi cerebro olvidaba sin ningún tipo de dificultad lo mucho que le odiaba. Me volvía histérica cada vez que ocurría. Y me pasaba siempre que estaba a mi lado. Él lo sabía; sabía perfectamente que aunque media hora antes estuviera pensando “es idiota, no volveré a verlo jamás”, si se me ponía delante y empezaba a hablarme con su tono dulce y aterciopelado conseguiría todo lo que quisiera. Así que, con su fanfarronería habitual, alargó su mano y rozó un mechón de mi pelo, y luego acarició mi mejilla. Pero por primera vez en mucho tiempo me sorprendí apartándome de él y marchando en dirección opuesta.
- Oye, ¿pero dónde vas? - me preguntó confundido.
- Si no te lo he dicho es porque no quiero que lo sepas.
- ¿Y por qué no quieres que lo sepa?

Aunque anduviera rápido y con pasos largos, consiguió alcanzarme en un abrir y cerrar de ojos, me cogió de la muñeca y me barró el paso.

- ¿Por qué no vienes a mi casa y lo hablamos un poco? - dijo esta vez.
- No tengo ganas. Quiero irme a la mía.
- ¿Te he hecho algo que no te ha gustado? No entiendo por qué me tratas así.
- Estoy cansada, eso es todo.
- No, no creo que eso sea todo. Parece que me odies, que no me soportes. ¿Qué es lo que te pasa conmigo?
- Adiós.


Nunca le dije que no aguantaba su perfección, ni su talento, ni su efectividad tratando las mujeres. Era tal mi odio hacia él, que hacía que me volviera loca cuando notaba su presencia. Por eso, después de continuar caminando, cuando me volvió a avanzar y me besó, caí de nuevo en sus redes. De pronto me encontré atravesando la puerta de su casa y enredándome entre sus sábanas, saboreando su piel y queriéndole como nunca antes le había querido.

Al día siguiente, cuando desperté, me odié también más que nunca. ¿Cómo podía haber sucedido de nuevo?

- Buenos días, preciosa – me saludó mientras abría las cortinas.
- Buenos días, supongo...

El sol que entraba por la ventana le marcaba el bronceado que tanto le había costado conseguir después de todo el verano. Me recordó una escena de película, pues llevaba una toalla blanca en la cintura porque acababa de salir de la ducha. Apoyó una de sus rodillas en el colchón y me dio un beso en la frente. Su mano derecha recorrió mi mejilla, mi cuello y retrocedió a mi nariz.
Tenía que parar eso como fuera.

- ¿Qué hora es? - le pregunté.
- Van a ser las once y media. ¿Tienes prisa? - entró en el baño dejando la puerta abierta.
- Sabes que sí. ¿Dónde está mi ropa? - me di cuenta que solo me tapaba una sábana blanca.
- En la mesita que hay al lado de la ventana. Me he tomado la molestia de recogértela, que ayer la tiraste por todos los rincones.
- Pues te lo agradezco. Me voy.
- ¿Te llamo esta tarde?
- Eh... no, no. Ya te llamaré yo.

Salí de su apartamento poniéndome los zapatos, y me colé en el ascensor como si fuera un ninja profesional. Oí cómo salía al rellano y gritaba “¡cuando te entienda será demasiado tarde!”. Y la verdad es que cuando me entienda yo, también será demasiado tarde.
No me gusta hacer el papel de sosa, de mala persona, de seca... no, no me gusta. Pero esta no es tampoco una situación que me agrade.

- ¿Sí? - respondí el teléfono móvil.
- Cariño, ¿dónde estás?
- Ehh... estoy yendo a casa, ¿dónde estás tú?
- ¿Yendo a casa? Pero si te estoy esperando en el aeropuerto...
- ¿En el...? ¡Oh Dios! Lo siento muchísimo, de verdad, de verdad, de verdad. No recordaba que llegabas hoy...  ¡Ahora mismo voy a recogerte!
- No, no, déjalo, no pasa nada. Cogeré un taxi y nos vemos en casa, ¿vale?
- De verdad que lo siento, no sé dónde tengo la cabeza...
- Tranquila, venga, hasta ahora. Descansa, ¿eh?

......................


No he podido estarme y he publicado un trocito del primer capítulo... no esperéis demasiado de mí ni de lo que escribo, tan solo lo hago para entretenerme y entretener mínimamente :)

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