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viernes, 18 de marzo de 2011

3 - Audi

Estuve esperando poco más de cinco minutos, y entonces apareció un Audi A7 de color blanco con los cristales tintados. Paró delante de mí y la ventanilla del copiloto se bajó. El cuerpo estirado de Neo abrió la puerta, y yo subí casi sin pensarlo.
- Buenos días, ¿dónde vamos? – dijo como si fuera un taxista. – Qué pena que no tenga taxímetro… quizá tendría que plantearme comprar uno.

- Pues la verdad es que voy un poco lejos…


No podría describir la cara que puso cuando le dije la dirección, pero me sentí mejor al saber que no entraba a trabajar hasta las diez. O quizá mintió. Aún no lo sé.



- ¿Este coche no es mucho coche para ti? – le pregunté ya que no creía que estuviera montada en un vehículo como ese.

- ¿Qué quieres decir? ¿No te gusta? – hablaba sin dejar de mirar la carretera.

- Yo no he dicho eso. Simplemente no entiendo cómo puede ser que tengas un coche así.

- ¿Así cómo? – se hizo el tonto dejando escapar media sonrisa.

- ¡Ay, Neo! ¡Ya sabes a lo que me refiero…! Un coche A-SÍ no es precisamente barato… - grité un poco.

- Qué graciosa estás cuando te enfadas.

- No me he enfadado.

- Sí que lo has hecho.

- ¡Que no!

- ¿Ves como sí?


Dejé de mirarle y me crucé de brazos, como si fuera una niña pequeña. Lo único que intentaba era que no se me escaparan esas ganas que tenía de abrazarle. Ni ahora entiendo por qué empecé a sentir una especie de atracción hacia él. Lo único que sé es que el haberme reencontrado con Neo me trastocó completamente. Yo no planteaba mi vida cuando estaba con Hugo: era feliz así tal y como estaba, pero fue aparecer Neo y… ¡pum!


- ¿Te has enfadado de verdad? – me miró preocupado.

- Ya te he dicho que no.

- Pero como has dejado de hablar…

- No te quejes, que yo he dejado de hablar pero tú has cambiado de tema.


Pasaron cinco minutos y nadie dijo nada. Era un silencio de esos incómodos, en los que quieres decir algo pero no sabes qué, y de pronto te sorprendes deseando que el otro empiece a hablar, pero no lo hace. Fueron los peores cinco minutos que recuerdo, pero entonces él habló, aunque para decir lo que dijo hubiera preferido estar todo el viaje en silencio.


- ¿Por qué me has llamado a mí?


Esa pregunta me la había hecho yo misma después de que me colgara sin avisar. ¿Por qué a él? La respuesta era clara, aunque no me gustara: no tenía a nadie más. Mi madre murió un año atrás por culpa de un cáncer que no se detectó a tiempo, y mi padre no sé dónde estaba. Siendo hija única, y con el novio en Londres, Neo se había convertido en la única carta con la que jugar.


- Bueno, es igual, no tienes por qué contestar si no quieres – me miró al ver que tenía la cabeza gacha. – Lo siento, ¿he dicho algo que no debía decir?


Me dolió que lo dijera, sí. Me dolió que me hiciera recordar que no tenía en quién confiar si Hugo no estaba a mi lado, y sobre todo me dolía pensar que lo había hecho a propósito. Y es que, una de las cosas que aprendí de Neo en la escuela, fue que lo que dice no lo dice porque sí, sino que sabe perfectamente qué conseguirá al hacerlo y, aunque antes sabía contrarrestarle, lo había olvidado. Eso hizo que me sintiera controlada, manipulada, y de pronto tuve ganas de bajarme de ese coche como fuera.

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