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lunes, 28 de febrero de 2011

1.1 - Hugo

Corrí hacia casa después de colgar. Claro que sabía que ese día regresaba, pero se me había olvidado en el último momento. Teóricamente ayer no tendría que haber estado con Neo, por lo que me habría dado tiempo de ir a buscarle. Pero no, él tuvo que irme a ver, y yo tenía que volver a fastidiarla.
Una vez en casa me fui a la ducha, como si el agua caliente me fuera a quitar toda la culpa y el arrepentimiento. Cuando estaba a punto de enjabonarme el pelo por segunda vez escuché cómo se cerraba la puerta del piso. Luego se abrió la del baño y una mano cogió la cortina de la ducha.

- ¿Quién es la chica más afortunada que hay en este baño? - preguntó con un tono juguetón.
- ¿Afortunada por qué?
- Bueno... porque su fantástico novio acaba de llegar y tiene muchas ganas de verla...
- De verla, ¿eh? …

Abrió la cortina y para hacerle una broma picarona le salpiqué con el agua. Me contestó diciendo que no me la devolvía porque estaba muy cansado y se iba a dormir, pero que cuando se levantara me iba a enterar. Una mueca fue mi mejor respuesta. Aunque en el fondo quizá tampoco quería que hubiera entrado conmigo...
Hugo era cariñoso, amable, simpático, buena persona, generoso, talentoso... Pero hacía ya un tiempo que me dejaba un poco apartada. Sinceramente no sabría qué haría si no estuviera conmigo, porque es el chico prototipo para tener como novio: te quiere, se hace querer, y sería capaz de ir contigo aunque no pudiera con su alma. Cuatro años juntos habían hecho de nosotros una pareja muy bien avenida: nos ayudábamos siempre que podíamos, éramos el apoyo del otro, nos conocíamos como si lleváramos unidos toda la vida, aguantábamos cualquier cosa... ¿quién iba a decir que de un día para otro esa magia que tanto nos gustaba parecería haber desaparecido? Nosotros desde luego no. Y aunque él no lo dijese, lo notaba tanto como yo. Todo empezó a ser distinto después de que hubiera recibido el ascenso. Desde entonces ya nada fue igual, pues llegaba tarde a casa, cuando yo ya estaba dormida, y cuando me levantaba ya había marchado. Además sus viajes se volvieron cada vez más frecuentes y largos. Nuestra relación se había enfriado completamente, y ahora éramos como dos mejores amigos con derecho a roce viviendo juntos o, con un ejemplo que roza lo enfermizo, como dos hermanastros que se quieren demasiado. Pero aunque él se hubiera alejado de mí y ya no fuera lo mismo, era tal mi aprecio hacia él, y tanto el cariño que le tenía, que me era imposible imaginar una vida sin él. Si iba a tener hijos, quería que él fuera el padre que cuidara de ellos y así crear juntos una familia, pero mis sentimientos no eran tan profundos como lo fueron en los meses anteriores.

La ducha me dejó un poco más relajada, pero cuando vi que mi móvil estaba vibrando en la mesilla de noche, justo al lado de la cabeza dormida de Hugo, y que en la pantalla ponía “Neo”, mi corazón volvió a agitarse. Juro que le odiaba. Intensamente. Y no le contesté. Cuando colgó aproveché para desconectarlo. Fui al salón y me estiré en el sofá. Entonces sonó el teléfono fijo.

- ¿Sí?
- Hola, ¿está Eva?
- ¿Por qué me llamas? - susurré al reconocer su voz.
- Porque me ha descolocado que marcharas así de repente. Pero bueno, ¿qué te ocurre?
- No me ocurre nada, pero sabes que no está bien que me llames. ¿Y si no respondo yo? - empezaba a sentirme incómoda al saber que Hugo estaba en la habitación de al lado.
- Bueno pues finjo que me he equivocado, o saludo a Hugo. Por cierto, ¿cómo está?
- ¿Pero a ti te corre sangre por las venas?, ¿estás oyendo lo que dices?, ¿no tienes remordimientos o qué?
- ¡Oye! ¡Mira quién habla! No estoy haciendo nada que no hagas tú.
- Cuelgo – sentencié.
- ¿Pero me llamarás?

“Le odio”, pensé de nuevo. Pero sabía que aunque lo pensara, eso no iba a cambiar nada.
Hugo y yo nos habíamos conocido en el gimnasio. Un poco inusual, pero fue muy divertido y romántico. Estábamos los dos en clase de spinning, él como profesor y yo como novata. Quise mostrarme más que apta para ser una deportista de élite especializada en spinning (ya ves tú las tonterías que se hacen para ligar aunque sea solo un poquito), y acabé desmayándome al final de la clase. Me desperté en Urgencias; él me había acompañado. Al salir le prometí que nunca más me iba a presionar tanto porque sí, y él me dijo que se ofrecía para ser mi entrenador y así se aseguraba que cumplía mi promesa. Y, aunque un año después dejara el gimnasio y empezara a ser un coach reconocido, continuaba siendo mi entrenador personal, y poco después también mi pareja.

viernes, 25 de febrero de 2011

1 - Odio

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté intentando fingir (sin éxito, por cierto) que estaba enfadada.
- Venga, mujer. No me trates así.

Y ya estábamos de nuevo, él y yo, mirándonos fijamente sin saber cómo acabaríamos esa noche. Si fuera yo quién lo hubiera tenido que decidir, me hubiera quedado en mi casa leyendo un buen libro mientras él me esperaba pudriéndose en su portal. Pero no decidía yo. Y no porque no quisiera, sino porque no podía hacerlo. Era encontrarme con sus ojos, notar tan intensa su respiración, saber que tenía sus manos tan y tan cerca de mi cuerpo, que mi cerebro olvidaba sin ningún tipo de dificultad lo mucho que le odiaba. Me volvía histérica cada vez que ocurría. Y me pasaba siempre que estaba a mi lado. Él lo sabía; sabía perfectamente que aunque media hora antes estuviera pensando “es idiota, no volveré a verlo jamás”, si se me ponía delante y empezaba a hablarme con su tono dulce y aterciopelado conseguiría todo lo que quisiera. Así que, con su fanfarronería habitual, alargó su mano y rozó un mechón de mi pelo, y luego acarició mi mejilla. Pero por primera vez en mucho tiempo me sorprendí apartándome de él y marchando en dirección opuesta.
- Oye, ¿pero dónde vas? - me preguntó confundido.
- Si no te lo he dicho es porque no quiero que lo sepas.
- ¿Y por qué no quieres que lo sepa?

Aunque anduviera rápido y con pasos largos, consiguió alcanzarme en un abrir y cerrar de ojos, me cogió de la muñeca y me barró el paso.

- ¿Por qué no vienes a mi casa y lo hablamos un poco? - dijo esta vez.
- No tengo ganas. Quiero irme a la mía.
- ¿Te he hecho algo que no te ha gustado? No entiendo por qué me tratas así.
- Estoy cansada, eso es todo.
- No, no creo que eso sea todo. Parece que me odies, que no me soportes. ¿Qué es lo que te pasa conmigo?
- Adiós.


Nunca le dije que no aguantaba su perfección, ni su talento, ni su efectividad tratando las mujeres. Era tal mi odio hacia él, que hacía que me volviera loca cuando notaba su presencia. Por eso, después de continuar caminando, cuando me volvió a avanzar y me besó, caí de nuevo en sus redes. De pronto me encontré atravesando la puerta de su casa y enredándome entre sus sábanas, saboreando su piel y queriéndole como nunca antes le había querido.

Al día siguiente, cuando desperté, me odié también más que nunca. ¿Cómo podía haber sucedido de nuevo?

- Buenos días, preciosa – me saludó mientras abría las cortinas.
- Buenos días, supongo...

El sol que entraba por la ventana le marcaba el bronceado que tanto le había costado conseguir después de todo el verano. Me recordó una escena de película, pues llevaba una toalla blanca en la cintura porque acababa de salir de la ducha. Apoyó una de sus rodillas en el colchón y me dio un beso en la frente. Su mano derecha recorrió mi mejilla, mi cuello y retrocedió a mi nariz.
Tenía que parar eso como fuera.

- ¿Qué hora es? - le pregunté.
- Van a ser las once y media. ¿Tienes prisa? - entró en el baño dejando la puerta abierta.
- Sabes que sí. ¿Dónde está mi ropa? - me di cuenta que solo me tapaba una sábana blanca.
- En la mesita que hay al lado de la ventana. Me he tomado la molestia de recogértela, que ayer la tiraste por todos los rincones.
- Pues te lo agradezco. Me voy.
- ¿Te llamo esta tarde?
- Eh... no, no. Ya te llamaré yo.

Salí de su apartamento poniéndome los zapatos, y me colé en el ascensor como si fuera un ninja profesional. Oí cómo salía al rellano y gritaba “¡cuando te entienda será demasiado tarde!”. Y la verdad es que cuando me entienda yo, también será demasiado tarde.
No me gusta hacer el papel de sosa, de mala persona, de seca... no, no me gusta. Pero esta no es tampoco una situación que me agrade.

- ¿Sí? - respondí el teléfono móvil.
- Cariño, ¿dónde estás?
- Ehh... estoy yendo a casa, ¿dónde estás tú?
- ¿Yendo a casa? Pero si te estoy esperando en el aeropuerto...
- ¿En el...? ¡Oh Dios! Lo siento muchísimo, de verdad, de verdad, de verdad. No recordaba que llegabas hoy...  ¡Ahora mismo voy a recogerte!
- No, no, déjalo, no pasa nada. Cogeré un taxi y nos vemos en casa, ¿vale?
- De verdad que lo siento, no sé dónde tengo la cabeza...
- Tranquila, venga, hasta ahora. Descansa, ¿eh?

......................


No he podido estarme y he publicado un trocito del primer capítulo... no esperéis demasiado de mí ni de lo que escribo, tan solo lo hago para entretenerme y entretener mínimamente :)

jueves, 24 de febrero de 2011

¿Por qué?

¿Puede ser que el simple hecho de amar haga que veas las cosas de otra forma? Si es así... ¿cuándo te das cuenta de este cambio? Porque... ¿te das cuenta?

¿Por qué cuando estás bien con algo necesitas ir más allá? ¿Quién me dice que no puedo tener algo mejor que lo que tengo ahora? Supongo que la disconformidad es una propiedad que hace que nos compliquemos la vida, pero la cuestión es... ¿por qué? ¿Qué he hecho yo para que no esté bien, si teóricamente lo tengo todo? O mejor dicho, ¿qué es lo que ha hecho él para que yo no sepa valorar lo que me puede dar?




Intentaré ir haciendo fragmentos así para poneros en situación para cuando empiece a colgar la historia. ¡Un saludo a la gran masa de gente que me lee cuando hago una entrada! 

martes, 22 de febrero de 2011

¿Cómo?

Creo que voy a subir la historia, sí. Si no, ¿cuál ha sido la razón por la que este blog ha sido creado?

Ayer ya subí la cabecera, hecha por mí, y estoy bastante orgullosa de cómo ha quedado. Es sencilla, pero tampoco busco nada del otro mundo. Al menos ya no es un título de texto de estos que puede poner cualquiera por aquí. Esto empieza a tener un poquito de forma, ¿no? Solo falta que alguien comente y ya seré feliz. Pero para eso aún queda tiempo... más que nada ¿quién sabe que existe esto? 

Por ahora no la subiré. Sé que en el primer párrafo he escrito que voy a subirla, pero no de momento. Más que nada porque solo tengo escritos dos capítulos, y quiero ir tranquila sin agobiarme. Cuando crea que puedo empezar a subirla, lo haré. De momento no os queda otra que leer las tonterías que escribo...

lunes, 21 de febrero de 2011

¿Para qué?


No sé si es una buena idea o no el haber creado este blog, pero pienso que puede ayudarme a ser más constante al menos en algo.



Supongo que he decicido escribir aquí para desahogarme un poco, y porque tengo una lucecita por ahí dentro que va parpadeando con la ilusión de que alguien leerá lo que escribo. 

Exactamente no sé si subiré en este blog una de tantas historias que empiezo y no acabo, pero todo podría ser. Si más no el título tiene cierta relación con la que estoy intentando escribir ahora, así que en mi subconsciente (y no tan subconsciente) ya me lo he planteado. 

Vamos a ver cómo amanezco durante estos próximos días y qué pasa por mi cabeza...